Villarrica

A Villarrica se accede desde cualquier paso fronterizo del sur neuquino: Tromen, Carirriñe o Hua Hum. Desde Pucón -si usted nos lee allí-, bordeando el lago Villarrica. Además, está sobre el camino más conveniente para seguir hacia Temuco o Valdivia.

De cara al imponente volcán y a orillas del lago de igual nombre, bordeada por las nacientes del río Toltén, Villarrica (más de 22.000 habitantes) es, como dice su slogan: “Bastante más que un verano”.

Reseña histórica

Villarrica fue fundada tres veces, la primera por aborígenes. Luego, en 1552, por el conquistador español Gerónimo de Alderete, quien le diera el nombre de la Villa Rica, debido a los -algo exagerados- rumores de los nativos respecto a la riqueza aurífera de la zona.

La última fundación fue la de 1883, cuando el General Urrutia en Chile, logró, en curiosa simultaneidad con Villegas del lado argentino, la “pacificación de la Araucanía”. Villarrica había sido abandonada a poco de su fundación, después de la derrota española de Tucapel (1555), que costara la vida a Pedro de Valdivia.

Reocupada luego, por orden de la Real Audiencia de Lima en 1556, al momento del asedio -en 1599- contaba ya con “… 600 habitantes más la servidumbre…” (sic), que resistieron durante tres años el sitio mapuche hasta que se rindieron, quedando vivos, once hombres y trece mujeres.

A partir de allí fueron casi tres siglos de resistencia mapuche hasta fines del siglo XIX. Una de las razones estratégicas que llevaron a los conquistadores a establecerse a orillas del Mallolafquen (nombre pre-hispano del lago), es la cercanía de los pasos transcordilleranos que facilitaban el acceso a las grandes llanuras, y de allí al Atlántico (ver capítulo “Historia”).

Si ya le picó el tema y está leyéndonos “in situ”, podrá observar los vestigios de la Villa Rica del siglo XVI -mal protegidos y sin valorizar aún- en la calle Urrutia casi Carrera. Agáchese -sin tocar la excavación- y observe las tejas rotas de lo que fuera un techo, con el carboncito de las vigas quemadas debajo.

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